Esto es lo que distingue a un buen gobernante de un mal gobernante. No las acciones, ni las buenas intenciones, ni hacer lo que “nadie había hecho antes”, ni la ideología, ni la filiación partidista, ni el carisma o simpatía, ni tener “bonita familia”, o una estrella de televisión de esposa, o ser “bien fregon” o el mas “huevudo” o el mas “honesto”… son los resultados.
El Gobierno a través de comunicación social gasta millones de pesos al año en decirnos las “bondades” de su Gobierno por todos los medios imaginables: spots mediáticos, propaganda electrónica e impresa, infomerciales, comunicados de prensa, editorialistas y líderes de opinión –el clásico “chayotazo”-, líderes “sociales”, etc. Todo esto para crear una percepción favorable de que están haciendo bien las cosas, que ellos son mejores gobernantes que los otros, que antes que ellos el pais era un desastre, etc.
El problema es que esta propaganda en la que tanto dinero invierte, simplemente no funciona.
La comunicación social lejos de informar y crear conciencia, desinforma y manipula. Nos lanzan mensajes ambiguos, cifras alegres, maquilladas o fuera de contexto. Se esfuerza demasiado en defender programas que no sirven, en descalificar los logros del rival político, en vendernos una imagen ficticia que nadie ve ni siente en su entorno. Y para acabarla, la propaganda masiva suele ser usada como instrumento de coerción -castigo o premio- hacia los medios de comunicación. Se sigue hasta la fecha aplicando aquel clásico: “No pago para que me peguen”.
Al tener esta alimentación tan subjetiva, los ciudadanos se vuelven subjetivos también. El Gobierno pierde confianza y credibilidad, y el nivel de debate se vuelve tan pobre y visceral que se pierde de vista lo más importante: Un buen gobernante es aquel que mejores resultados que los demás.
Y los resultados se miden en datos duros. Cifras, tablas, comparativos, reportes oficiales, investigaciones periodísticas, análisis de expertos, reportes de organizaciones internacionales, de ONG´s, etc. Unas son más fiables y más reconocidas que otras, por lo que hay que considerar regularmente más de dos fuentes. Pero hay veces que basta con los mismos informes de gobierno de la misma administración para desmentir su propaganda oficial.
Hacer estos estudios requieren de una tarea titánica y de gente experta que explique sus causas y efectos. Yo me pongo de pie ante quien realiza un proyecto de esta magnitud. Y suelo tener en alta estima a quien se basa en ellos para dar un argumento.
Pero creo que el ciudadano de a pie debe aprender desde ya a pedir, perdon, a exigir resultados y datos concretos… no choros.